La naturaleza es la primera maestra. Los niños son los que guían y orientan el aprendizaje. Los maestros necesariamente deben ser investigadores. El arte es una herramienta fundamental en la enseñanza. El asombro de los niños es un valioso indicador que los maestros deben documentar. La educación debe ser holística y no fragmentada.
Estos, en desorden, son apenas algunos de los principios en los cuales se basa el modelo educativo desarrollado en Colombia por el jardín infantil Platero y Yo –y su proyecto Prisma–, y que fue recientemente seleccionado por la Universidad de Harvard, a través del Project Zero, un centro de investigación de la Escuela de Posgrado en Educación, para hacer parte de un ambicioso estudio denominado ‘Reimaginando la educación de la primera infancia’.
Se trata de una iniciativa que será desarrollada a lo largo de un lustro, y para la cual escogieron una serie de jardines escolares en diversos puntos del planeta, cuyos modelos particulares les ayuden a establecer de qué manera la educación a esta temprana edad puede ayudar a preparar mejor a los jóvenes para la vida y el trabajo en las próximas décadas.
De alguna manera, esta es, precisamente, la pregunta que un equipo dirigido por Tulia Gómez y Laura Crump se hace a diario, y que ha servido de brújula para orientar el trabajo en Platero y Yo. En busca de respuestas, han llegado lejos. En Italia conocieron la metodología Reggio Emilia, desarrollada después de la Segunda Guerra Mundial con la convicción de que era indispensable reorientar la educación. Y con la certeza de que “el niño tiene la capacidad y el potencial para guiar su propio conocimiento”. Un modelo que les da gran importancia al juego, al relacionamiento con los otros, al entorno y al arte, y que sabe que la curiosidad y la imaginación son instrumentos muy valiosos para el aprendizaje. Un modelo que busca entregarle al mundo niños mejor dotados para enfrentarse a las incertidumbres.
Y con el propósito de multiplicar el conocimiento y llevar este modelo a regiones apartadas, han comprobado que de aquellas comunidades a las cuales les aportan también hay mucho para aprender.
Un orgullo para Colombia contar con educadoras tan apasionadas por ayudar a construir un mundo mejor desde su oficio y por entender que el aprendizaje hay que pensarlo y repensarlo todo el tiempo.
FERNANDO QUIROZ